Información de la oferta en Formación Artística y Capacitación
"(...) el vehículo fundamental de la cultura no es la escritura, sino la lengua.
Ella, de por sí, ha sido capaz de permitir la transmisión cultural durante siglos y milenios.
El lenguaje es un fenómeno principalmente oral, (...)"
Adolfo Colombres, "Celebración del lenguaje"
"(...) El cuerpo está sometido y sostenido por la coyuntura cultural.
El organismo tiene memoria genética,el cuerpo, recuerdo de su génesis....)"
Daniel Calmels, "Cuerpo y saber"



Equipo Docente

Prof. Alberto A. Lucero
Director Teatral Nacional (ENAD, actual IUNA) -

Narrador Oral, Docente -

Investigador de los procesos de adquisición del lenguaje.
Fundador de La Kuentera

Asesores Docentes
Adolfo Colombres, Escritor, Antropólogo. - Daniel Calmels, Escritor, Psicomotricista. -

Hiroko Nakamura, Musica, Musicoterapeuta. - Mónica De Aretio, Fonoaudióloga, Psicomotricista. -

Rodolfo Medina, Artista Plástico.
http://www.argentinaparamirar.com.ar/verNota.php?n=67

INSCRIPCION 2011 - CURSOS Y TALLERES ANUALES

"Sin oralidad no hay escritura" Walter Ong
INSCRIPCION 2011
La Kuentera ofrece formación artística con base en la Técnica de Imagen (R),
para los interesados en las artes:

  • La tarea de formar un narrador oral está centrada en el proceso creativo interno del artista narrador. Como todo artista, requiere de un trabajo introspectivo que le permita expandir al máximo sus capacidades expresivas. Trabajo que hacemos con alegría y profundidad.
DIRECCION de Narración Oral (información extendida CLIC AQUI)
  • Esta formación, artística, está orientada a todos aquellos Narradores Orales con experiencia que deseen abordar el apasionante mundo de la Dirección de un espectáculo.
    La tarea formadora centra su eje en el proceso creativo y reflexivo del Director, tránsito éste que le permitirá abarcar los signos de la escena y ofrecer un espectáculo de calidad superior.
    La formación que La Kuentera brinda es de características únicas en Latinoamèrica
    .

TEATRO

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

"La Palabra y el Cuerpo: la Aventura humana"
editado por REVISTA CUERPO PSM, Nº5, (ISSN 1851-9105),
Marzo 2009, Buenos Aires, Argentina. Derechos reservados.
Se autoriza la reproducción total o parcial del contenido del presente artículo citando fuente o autorización del autor
La Palabra y el Cuerpo: la Aventura humana.
por Alberto A. Lucero

"El mayor de los poetas, Arístocles, asegura que
todos los dioses nacieron del Océano y de su esposa Tetis.
De tener razón, el primer elemento sería el agua,
y mira, pues, qué sensatos somos siendo pescadores"
Salvador Espriú[1]

Podríamos comenzar por una pregunta, ¿qué demandamos cuando demandamos escuchar un relato?
Pero, hagamos la salvedad: trataremos exclusivamente relatos orales. Los relatos escritos tienen una estructura diferente y, por lo tanto, merecen una mirada diferente. Por ejemplo, leer en voz alta un cuento escrito no es narrar oralmente un cuento, como tampoco lo es repetirlo “de memoria” a quien lo escuche, por muchas que sean las “adaptaciones” que se le practique, o bien se lo cargue de “gesticulaciones” o de “representaciones”. El encomillado responde sólo a particularizar la mirada en estas líneas y a despojar a la narración oral y a la escucha de relatos orales, de todo aquello que no le pertenece, ni como arte, ni como actividad recreativa o terapéutica. Por ejemplo, el uso de lenguajes estéticos que les corresponde a otras actividades artísticas.
Pienso necesario este deslinde ya que no se es impune al narrar un relato oralmente, como tampoco se lo es al escucharlo. Por lo tanto, deberemos tener en cuenta que, la aparente cotidianeidad de narrar un cuento no es inocente –porque se juegan redes afectivas importantes- y que, el uso del lenguaje cotidiano al narrar, encierra una construcción poética de gran vitalidad, que es necesario prestarle atención.
De hecho, narrar oralmente es una actividad atávica, de profunda vinculación emocional, estructurante individual y socialmente. Decimos con Halliday[2] que, el andar erguido y el uso de instrumentos, junto con la oralidad, son, entre otras, las características importantes que el Hombre desarrolló durante este último millón de años. El habla oral es, sin dudas, la sobresaliente[3]. Observemos también cómo el habla se comporta como un hecho (tiene presencia e impacto físico, en cada uno de los participantes), en tanto se trata de una relación emocional, nutrida por significantes y significados, capaz de transformar tanto al que habla como al que escucha. Esta presencia física de la palabra oral, es decir, este “espacio de participación, creado en ese momento[4]”, lo es, en tanto el saber tarda en ser develado. Si el código de la comunicación cambia unilateral y arbitrariamente, habrá una ruptura, también, en la participación corporal. Por ejemplo, un narrador involucrado totalmente en su relato que mantiene a su platea igualmente involucrada, de pronto siente un picor insoslayable en su cabeza y se rasca (insoslayablemente, claro), habrá quebrado el código comunicacional, puesto que ese acto privado de aliviar la picazón, no pertenece al relato en cuestión.

Desde el punto de vista estético, narrar oralmente un relato es una tarea particular y narrar oralmente un relato con propósitos terapéuticos es una tarea con una particularidad distinta. Aunque es necesario remarcar que, en ambas disciplinas se registra, del mismo modo en los participantes, una falta de impunidad al narrar: Algo del orden físico y emocional cambia -al menos cuestiona- tanto al narrador como al escuchante después de cada relato.
Una última puntualización. La narración oral, según me parece, puede definirse como una relación emocional. De otro modo dejaríamos de lado a personas que sufren de ceguera o de sordera. La voz
[5] y el cuerpo tienen para el ciego y para el sordo, la base de la credibilidad: la palabra miente, el cuerpo no[6]. Tampoco podemos considerar al narrador oral como un sujeto ajeno al vínculo, puesto que en él se opera la credibilidad de ese sucedido que se relata. Para cerrar este párrafo, serán, el cuerpo del narrador y el cuerpo del escuchante, mancomunados, los encargados de hacer creíble la historia que se narra.

Entonces, ¿qué demandamos? Sostengo que demandamos emociones
[7] antes que demandar historias. Demandamos improntas corporales, demandamos rutas oníricas, demandamos alcanzar lo deseado. Basta con preguntarse para qué contamos un cuento y después de varios intentos seguramente nos responderemos: para revivir lo vivido. No será la misma vivencia, desde luego. Pero, es el mismo hecho escuchado el que nos hace vivir emociones parecidas.
Este mismo hecho, escuchado una y otra vez, es tan trascendental, que merece ser contado una y otra vez, a lo largo de la vida. Se trata de un hecho del cual no conocemos mucho, pero del que sabemos
[8] todo. Se trata del Mito. Narramos oralmente para actualizar ese Mito. Para referirlo, contextuarlo en nuestro tiempo histórico. Para regustar nuestra pertenencia a la especie. Cuando narramos, Uno de nosotros es el convocado a contar algo que todos sabemos. Uno de nosotros, que no es distinto a los demás, sino que, lo hemos distinguido para portar la voz de nuestro cuerpo social. Ese Cuerpo que hemos podido construir, hasta aquí en el tiempo, a través del habla oral, si seguimos el concepto de Françoise Dolto[9].
Luego, ¿Cómo es que el Mito sigue allí? ¿Cómo es que no se agota? ¿Basta con meter la mano, sacar un puñado de mitos y ofrecerlos con palabras, prestándoles el cuerpo para que se actualicen? ¿Así no más, como si fueran una nueva versión de un programa de computadora? Actualización parecida, sí, tal vez. Creación humana al fin.
Existe un modo más sencillo y más efectivo, según creo. Son las imágenes. Las que uno ve por dentro. No las que uno mira. Sino las que uno ve en ese sueño en vigilia que son los relatos orales. ¿Por qué uno las ve? Porque son las puertas de entrada al camino para alcanzar lo deseado. Tal vez no estén ahí realmente, sino que aparecen como los portales posibles para que uno entre a ese sendero y, heroicamente, se haga con el botín que más desea en su vida.
La mala noticia es que hay que estar dispuesto para emprender el viaje. No se entra con sólo chasquear los dedos y ya. La noticia, más funesta aún, alcanza al narrador: Si el narrador no está dispuesto, no habrá narración. Requiere de un rito. Como todo aquello propiciatorio, el relato oral exige un ritual para que se constituya en el “círculo mágico”. Es necesario que el narrador esté dispuesto a aceptar que se encuentra en las mismas condiciones de saber y conocimiento que el resto del circulo mágico. Solo que se la ha otorgado la distinción de conducir el ritual.
Y hemos vuelto al principio una vez más. Se trata entonces de un ritual, porque “portamos conocimientos que no se inscriben en el estrecho margen de la racionalidad. (...) sabemos cosas que no sabemos que sabemos y no podemos gobernar a nuestro antojo. Portamos la magia, la intuición, la capacidad de abstracción, el pensamiento concreto, la memoria; nos guste o no
[10]." Hemos incorporado el aspecto racional y con él regulamos al aspecto mágico. Pero no podemos negar esa presencia en forma de pensamiento mágico.
No acuerdo con algunos autores que sostienen la necesidad de un final feliz en los cuentos, puesto que la vida no siempre tiene un final feliz –diría Perogrullo- pero toda vida tiene una razón poderosa para existir aunque no lo logre. Esta fortaleza que da la pelea cotidiana por un lugar en el mundo, dimana del conflicto mismo de la vida. Creo sí, en el estímulo y alimento del deseo de la vida. Tema que está en todos los cuentos universales, populares, orales, aunque, como dije, el Héroe no siempre logre su deseo.

Demandamos emociones porque hemos encontrado el camino del crecimiento en términos de especie. Una emoción, sentida en el cuerpo, en forma de viaje fantástico, produce palabras que se convertirán a su vez en nuevas emociones. Ya hemos dicho que no son las mismas aunque parezcan. Pero, no vayamos tan rápido. Decíamos al inicio que ha pasado al menos un millón de años para ver, si queremos, a una hormiga en su hábitat, a miles de kilómetros de distancia y a unos cuantos metros bajo tierra, con colores y sonidos “naturales”. Bastará con encender y darle la orden a un aparato. Aquí las palabras importantes son: si queremos. Un condicional simple, hasta inocente.
Tan inocente como contar un cuento o escucharlo. Hay que decirlo ahora: tanto el narrador como el escuchante, dentro del círculo mágico, ponen en funcionamiento el arma más poderosa del ser humano: el deseo.
Por estas razones, que no son todas, pero que pueden ilustrar sobre la delicada naturaleza del habla oral y del relato oral y sus contundentes consecuencias, creo necesario insistir en que la demanda emocional es raramente escuchada como factor de salud.
Sin caer en el abuso del recurso, las palabras importantes aquí son: escuchar y salud. Un relato oral es una exploración del saber y, en el peor de los casos, una pregunta que no tendrá respuesta directa. Quien conduzca la exploración tendrá por saber la escucha de los exploradores, porque habrá sido uno de ellos en su momento. Como en la vida que cuentan los cuentos: los más viejos cuentan a los más jóvenes porque ya han vivido. Se ocupan de ellos, la verdadera salud
[11] social.

[1] Salvador Espriú, Las rocas y el mar, lo azul, Alianza, Madrid, 1986

[2] Halliday, M. A. K., 1986, El lenguaje como semiótica social. La interpretación social del lenguaje y del significado, México: Fondo de Cultura Económica

[3] Aún podríamos ahondar un poco más en la relación Palabra-Cuerpo, si tuviéramos en cuenta los cambios corporales operados en la especie humana, desde aquél primate que se irguió sobre sus patas traseras, dejando para siempre el piso sus patas delanteras, hasta este Otro, que percibe la falta de gravedad orbitando en una nave sobre el planeta, habiendo experimentado a su vez, para siempre, el despegue de las dos patas traseras que aún se aferraban a su Casa., Libro“El secreto de la Palabra” Nuevos aportes al proceso creativo interno que resulta de utilizar la palabra oral como medio de expresión artística., Alberto A. Lucero, Bs.As., 2008, inédito

[4] Juana G. Levin, "Tramas del lenguaje infantil", Lugar Editorial, 2003, Bs.As.

[5] La voz es una manifestación corporal, concepto de Daniel Calmels, expresado en “Qué es la psicomotricidad?”, Lumen, Bs.As., 2003
[6] Podríamos narrar un relato sólo con soplidos, sólo con sonidos, sólo con movimientos corporales, porque igualmente serían resignificados por el escuchante. El cuerpo es también el instrumento estético.
[7] No digo sentimientos, digo emociones, porque se perciben en el cuerpo.
[8] saber: tener tal o cual sabor, saborear, sabroso, volver a gustar, Corominas, Joan, Diccionario Etimológico de la Lengua, Gredos, Madrid, 1997.
[9] Dolto, Françoise, “La imagen inconsciente del cuerpo”, Paidós, Buenos Aires, 1986.
[10] Cecilia Sinay-Millonschik, "Psicoanálisis y chamanismo” Ed. Letra buena, 1991, Bs.As.
[11] “La verdadera salud es ocuparse del otro” Concepto de Carlos Fuentes en su obra de teatro “El tuerto es rey”, cito de memoria
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -- - - - -